Liberación. Un estado de euforia al momento de sentir libertad, movimiento y mucha emoción.
Y no hablo de liberación como un preso que por fin cumple su condena y sale de un encierro. En mi caso, no estuve en una jaula, al contrario, siempre he vivido de manera independiente.
Mi instinto y mi corazón estaban en guerra, y entre los dos no se comunicaban. Le decían a mi cabeza que vaya y lo apueste todo. Como también que me arriesgue y viva.
Pero no encontraba la salida. ¿Qué estaba dejando ir? ¿Qué estaba dejando entrar? ¿Por qué me estaba costando tanto? Veía mi camino de otra manera. Me dirigía hacia un lugar seguro, un lugar tranquilo. Donde reinaba la paz y, probablemente, la felicidad. De eso no me queda duda.
El tema es que ahora me llama la intranquilidad, me llama la aventura, me llama el mundo entero. Me llama un camino donde tengo mucho por dar. La inquietud se quedó con la estabilidad. No pienso pedirla de regreso. Estoy dispuesta a tomar nuevos riesgos. Enfrentar esos demonios. Esa es mi liberación.
Amar con locura, navegar con cordura. Esa es la intención con la que corrí Chicago. Una catarsis, el inicio de un nuevo camino.
Eso es lo mágico de correr, de la reflexión y la susceptibilidad a las emociones que te deja este deporte. Cada quien lo puede ver como un medio para alcanzar distintas cosas. Desde los motivos más lindos hasta los más oscuros. Sea salud, felicidad, paz, terapia, momentos con amigos, viajar, mejorar, crecer, un trabajo, un hobby, como también para otros puede significar fama, entretenimiento, protagonismo, ¡hasta métodos para ligar! Y no me malentiendas, ninguno está necesariamente mal. Aquí hay de todo para todos.
Pero el crecimiento y las lecciones que te deja son muy únicos, en verdad que cada experiencia viene con un nuevo aprendizaje, y ese aprendizaje y esa nueva reflexión ahí van a estar disponibles para ti, para que tú la tomes. Si decides tomarla, te prometo que te va a cambiar la vida. Si decides dejarla y sigues buscando lo mismo, probablemente te cueste entrar en ese estado de flow, donde no importa cuál sea el resultado, sino quién eres cuando llegues a él.
De eso se trata hoy. De la línea de salida. De quién era Mariana ANTES de Chicago.
Es más, hasta te voy a compartir algo que escribí el jueves 10 de octubre a las 10 de la noche (porque, gracias, oferta de vuelos baratos a Chicago, viajé por Volaris a las 12:45 a.m.), mientras estaba haciendo fila para documentar maleta.
Luego se agradecerán los tips para viajar ligero a un maratón y no documentar, después del quinto no lo he logrado.
Ahí te va:
10/10/24 – 10:42 p.m.
Comienza un camino en donde el destino puede llevarme a todos lados.
Tengo muy claro a qué voy a Chicago. El objetivo del viaje, lo que está en juego, dónde está mi mente y principalmente dónde está mi corazón.
Creo que el magnetismo que me atraía hacia este lugar otra vez no era mera coincidencia. Ese ímpetu y convicción de volver una vez más viene desde lo más profundo de los hilos del universo. Qué coincidencia que el mismo lugar donde iniciaba un ciclo, es el mismo lugar donde lo finalizo.
La ciudad de mi primer maratón, mi primer acercamiento al deporte que me tiene vuelta loca, adicta, picada. El deporte donde he encontrado a una mujer segura, fuerte, valiente y enfocada. Aquel 2021 iba emocionada, muy nueva y muy fresca. No tanto corriendo, pero igual hacia la vida.
Ahora vuelvo con unas ganas locas de comerme al mundo. De demostrar hasta dónde puedo llegar. Con la curiosidad de todo lo que me espera y todo lo que vendrá.
Sé que se vienen días duros, nada fáciles, ni siquiera tantito estables. Vienen bofetadas en la cara y muchísimos aprendizajes.
Pero creo que nunca había tenido tantas ganas de ser yo misma. De explorar. De explotar. De sacar todo esto que tengo dentro. De dar todo sin pedirlo de regreso. Nada me para. Nada me impedirá ser mi más auténtica forma de ser y desenvolverme allá afuera. Me encanta quien estoy siendo. Me encanta ver hasta dónde he llegado. Y sé que si quiero llegar más lejos voy a tener que apretarle más, sudar más, el esfuerzo premiará cada aventura que me ponga.
Ahora, todos esos pensamientos negativos, o esas vibras negativas que quieren llegar a sonsacarme e interrumpir mis momentos de paz, los veré como son: ladrones de la felicidad.
La mejor manera de combatirlos es ignorarlos, como ya lo había hecho hace rato. No pueden robarme mi felicidad si no están ni tantito cerca de ella, si no son el mínimo causante de ese sentimiento. O esa forma de vivir. Tan mía, tan para mí. Tan de mí.
Así que así empieza el viaje. Así empieza el fin. Nos vemos en unas horas, Chicago.
Qué fuerte, ¿no?
Aquí no estoy hablando de ningún tiempo. Estoy hablando de un resultado más allá de un número, sino de quién soy y quién quiero ser. Y a ver, no voy a mentir que sí tenía una meta deportiva muy fuerte. Yo sabía que entrené y que iba para hacer un maratón abajo de 2:50.
Pero, ¿te das cuenta de lo mágico que es ese número cuando lo estás buscando, pero realmente tu objetivo está en algo más allá? Probablemente el sub 2:50 no hubiera llegado, pero sí hubiera aprendido algo. Si tenía presente que la persona que se iba a parar en esa línea de salida era una persona diferente a la que se ha parado en otras pasadas. Y que la persona que iba a llegar a esa meta ya era más fuerte. Más capaz. Más resiliente.
Así de poderoso es conectar con una intención.
Otro día te platico cómo la apliqué durante 2 horas y 48 minutos.
Gracias por estar aquí. Este es un espacio de liberación, de paz, de mis sentimientos encontrados, de locura con un poquito de cordura, de sueños compartidos, de nostalgia, de esperanza, de una que otra balbuceada. Pero lo más importante, un espacio mío. De mí, para ti.
– Mariana
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